Otra campaña: señalémosle las idioteces a Alonso Alegría. Que reaccione, por dios. No soy un dramaturgo empírico, ni un actor vengativo que corta mallas y plumas tras escenarios. Tampoco una diva del periodismo cultural o una actriz envidiosa. No puedo estar más alejado del mundillo teatral. Además, los tres gatos que me conocen y leen saben que soy igual por escrito que en persona. Pero soy, también, un lector que se sorprende ante casos insólitos como un cambio de sexo periodístico. Sobre todo viniendo de gallitos tan peleones como Alonso Alegría. La prensa nacional está repleta de pseudónimos. Algunos memorables, como Claudio Gallo. Otros no tanto, como Oscar Wildes. Nada nuevo por ahí. Lo bacán de este caso es que tanto el autor como su pseudónimo son columnistas de Perú21. Pero Amalia Zigfler nació antes, como Amelia en los grupos de interés teatrales. Luego, ya en Perú21, evolucionó a "Amalia", con foto y todo, y finalmente desapareció para darle paso al buen Alonso Alegría, a quien ya conocemos por alborotar el gallinero con sus atrevidas ideas y propuestas. El mismo Alegría, por supuesto, ha reconocido haber usado ese antifaz.
Sirva el caso para un examen psicológico. ¿En qué momento A.A. decidió ponerle firma a sus injustas, estúpidas e insostenibles arbitriaridades? Quién sabe. Pero yo soy de los que creen que la reacción debería ser inversa: cuanto más estupideces uno dice, más debería procurar taparse la cara de vergûenza. Y lo pongo en práctica con este blog.
