lunes, 7 de enero de 2008

Cinefagia


La larga escaramuza entre de los jóvenes críticos de cine de la revista Godard! y los críticos senior de Hablemos de cine sigue acumulando metraje.
Hagamos rewind y recordemos la historia: no es una riña furtiva, como la persecución de Ricardo Bedoya a Luis Carlos Burneo. Tampoco es propiamente un intento de parricidio, pues el uno no reconoce su prolongación o influencia en el otro. Los jóvenes de Godard! (Sebastián Pimentel y Claudio Cordero, principalmente), buscaban desmantelar una supuesta complacencia de la crítica oficial para con el cine peruano. Sobre todo en su primer número. Poco a poco fueron morigerando su discurso, pero es justo decir que el mensaje caló. Hoy se percibe que la crítica, en general, le exige más al cine peruano, tratándolo más como cine que como peruano.
Pero el enfrentamiento ya había sido declarado. Ricardo Bedoya, el crítico más influyente del medio y la cabeza visible de la crítica acusada de complaciente devolvió el arroz pegoteado. Para él y los suyos, los Godard! eran atrevidos porque la ignorancia es atrevida. Desde entonces, los puyazos han ido y venido en conferencias, conversatorios de cine, reseñas, medios escritos como Somos (El bien esquivo), y en el mismo programa de Bedoya El placer de los ojos.


Esta vez, la rencilla es en la blogósfera. Y Ricardo Bedoya golpeó primero:

"Luego de una búsqueda apareció el blog referido http://todocine.blog.terra.com.pe/ y nos dimos con la horrible sorpresa: el concurso de polos y llaveros de Alvin y las ardillas y Alien versus Depredador 2 organizado por el blog del director de la revista Godard! y Fox ya culminó y los felices ganadores deben estar disfrutando de sus premios.¡Así no vale, pues! La próxima que avisen con tiempo para participar. Esas ardillitas hubieran sido nuestro mejor regalo de Navidad." Bedoya argumenta que Cordero es "un crítico subido a las estrategias de venta de películas". Se pregunta: "¿el crítico de cine es una pieza más de la campaña de marketing de una película cualquiera? ¿El director de una publicación de crítica de cine que se supone seria -al menos colaboran allí algunas personas respetables- puede afiliarse a la infopropaganda sin ningún reparo? ¿El reciente jurado Fipresci en el Festival de Río puede avalar sin más la agenda de promoción de una compañía de distribución?" Y más. Hasta Isaac León Frías mete su cuchara de te.

El remate es genial (caballero, Claudio): "Bruno Pinasco lo hace mejor. Creo que lo que hace Bruno es irreprochable y útil. Él no se hace pasar por critico, ni nada por el estilo. Su función es promover películas y está bien que lo haga porque eso mantiene informado al público de lo que hay en las salas."

Claudio Cordero no parece acusar recibo del golpe en su blog. Ajuuuummm... seguiremos esperando.

miércoles, 2 de enero de 2008

Sin piernas


Alerta spoiler. Esta escena del primer capítulo ("Un gran sueño") marcó para siempre la vida de Oliver Atom. Un camión lo embistió en plena calle, pero el fútbol -su mejor amigo, el balón- le salvó la vida. La vida, pero no las piernas. Googléenlo y séquense las lágrimas. Sollocen y reclamen su pedazo de infancia de vuelta: la saga de los supercampeones no es más que el sueño afiebrado de un niño en coma que, al ser arrollado por un camión junto a su balón, termina alucinando una carrera como futbolista. Tras vencer a Brasil y levantar la copa mundial, despierta. Su madre lo abraza y el zoom out revela sus muñones. Eso explica todo. Los maratónicos partidos de 15 capítulos, las patadas aéreas, el onírico cesped kilométrico. Referencias hay muchas. Los japoneses suelen preferir finales así de fuertes.
Sin embargo, los optimistas que nunca escasean dicen que es sólo un fanfic, un fake, un rumor viral. Pero lo mismo decían del epiléptico capítulo de Pokemon, del happy ending italiano de Candy y de cuando el Coyote se salió con la suya. Los pesimistas, que nunca son suficientes, aseguran que Tsubasa Ozora terminó sus días como próspero delantero del Deportivo Municipal -rogando haber perdido ambas piernas- bajo el pseudónimo de Masakatsu Sawa. Noten el parecido en ese gol de tijerita.

Sin brazo

Afiche de Space Adventure. Cobra está levemente inspirado en Jean-Paul Belmondo


La chica de la metralleta me hizo recordar al chico de la psicoarma, esa especie de catalizador de la energía mental que dispara a matar. Pero en lugar de la pierna derecha se trata del brazo izquierdo (con este post y el próximo prometo cerrar esta involuntaria saga de amputados y tuertos del recuerdo). Cobra, un cruce entre James Bond y Blade Runner donde el martini seco sin agitar es reemplazado por un puro habano. También se ve aquí harta explotación de clichés ("súper agente espacial") y recursos primarios: mujeres en bikini, mujeres desnudas, mujeres gigantes.
La base del guión, sin embargo, es una poderosa historia de Philip K. Dick, caserito de Hollywood (Blade Runner, Minority Report). El cuento We Can Remember It for You Wholesale trata de un gris empleado del futuro quien, ante su poca solvencia, acude a una empresa que implanta recuerdos: una económica forma de tomar unas vacaciones de su rutinaria vida, de dejar de ser él y cambiar de identidad. Entonces cae en la cuenta: alguien ya había implantado un recuerdo en su cabeza. ¿Le lavaron el cerebro al agente secreto para hacerle creer todos estos años que era un simple trabajador más? ¿O el anónimo sujeto está sólo viviendo la fantástica aventura virtual por la que pagó? La noica futurista es relatada con maestría, y el personaje es tan rico en dobleces que hasta Arnold Schwarzenegger lo interpreta bien en ese clásico underrated de Paul Verhoeven, Total Recall. También conocida como 'la película donde un feto habla.

Hello, Legs

Rose McGowan en el papel de una bailarina a go-go.


Pero, ¿de qué estamos hablando? De Grindhouse, el combo hecho al alimón por Robert Rodríguez y Quentin Tarantino en homenaje a aquellas funciones dobles del cine de serie B, y sobre todo del posterior cine Z rescatado por la Grindhouse de Murawski y (Sage) Stallone (gracias a la cual pudimos apreciar el clásico de Wilson, Holocausto Caníbal). Vale decir, un tributo a la sexploitation, blaxploitation, zombiexploitation, nazisploitation, hixploitation, carsploitation, gunsploitation y la teensploitation: el paquete completo. Los trailers 1 y 2 son bastante explícitos, pero valga más información.

Planet Terror y Death Proof fueron concebidas como dos películas por el precio de una, pero aquí se les suele conseguir por separado (la taquilla del combo no les viene sonriendo a los muchachos). Lo lamentable es que la partición promueve la desaparición de los cuatro trailers apócrifos que acompañan Grindhouse (los que, a su vez, han fomentado un concurso interfanáticos de fake trailers): Don't, Thanksgiving (del director gorno de Hostel, Eli Roth), Werewolf women of the S.S. de otro miembro del splat pack como Roth, Rob Zombie (con Nicolas Cage como Fu Manchu), y Machete (la historia del Charles Bronson mexicano (sic) que pronto se materializará en película de la mano de Rodríguez). Vale compararlos con algunos trailers originales de 1972: Trouble Man ("He carries two guns: one to stop trouble and one to start trouble"), Hit Man, Invasion of the Blood Farmers y Blacula.
Los consabidos guiños tarantinianos están por todas partes, pues en Planet Terror metió su cuchara. Prácticamente la codirigió junto a Rodríguez. La hipertextualidad, el reciclaje, los pimpmobiles y la excelente música arcana. Además del usual bretonismo, una novedosa afición por las piernas: depiladas, bronceadas, amputadas o destrozadas. Piernas, piernas y más piernas (gracias a los amigos de cinencuentro.com por la página web).
Grindhouse es un gran tributo a Romero, Carpenter, Brass y Meyer. Pero sobre todo al mejor Kurt Russell, quien antes de actuar en pelas monses se hizo conocido por dos detalles: personificar a Elvis en numeros filmes y series, y ser el héroe/villano fetiche de John Carpenter en filmes que dejaron huella como Big trouble in little China y Escape from New York y sus secuelas. El villano de esta última, Bob 'Snake' Plissken, inspiró el personaje de los Simpsons y convenció a Tarantino de darle a Russell el rol protagónico: un jijuna tan mierda como patético.

martes, 1 de enero de 2008

Quentin Tarantino's Death Proof

Sydney Poitier, hija del ícono cultural Sir Sidney Poitier -el actor que con un histórico Óscar ayudó a combatir la discriminación racial en Hollywood- se luce como la blaxploit pin up Jungle Julia.

Si el cine es la verdad a 24 cuadros por segundo -como dijera Jean-Luc Godard, héroe personal de Tarantino- esta es una recatafila de planos memorables. Y el primer plano es la primera verdad: Death Proof es el auténtico Tarantino. Para bien y para mal.

Quienes se matan argumentando que Jackie Brown representa al autor detrás del bromista del reciclaje olvidan el universo de pastiches y simulacros a lo Baudrillard en que se sostiene toda -toda- su filmografía: los cigarrillos Red Apple, las hamburguesas Big Kahuna, los zippos. No existen un Tarantino paródico y uno auténtico. Siempre hubo solo uno, a veces desmedido y a veces controlado. Y el de Death Proof se salió de su cauce. El filme es una nada de meandros inertes, con lagunas navegables y diálogos tan chispeantes como soporíferos. Travellings sinuosos y paneos sinfín que imitan en disfuerzo y nulidad la cháchara adolescente de las chicas en pindinga que encuadran. Suena mal, pero está bien: el Tarantino menos reflexivo es el más cinematográfico, el que prescinde del lenguaje oral y se aboca a la pura representación plástica. Unos vulgares shots de tequila, una rockola añeja y un plato de nachos arman -cada uno dentro de su propia lógica narrativa- efímeros y hermosos planos, minúsculas verdades.

Quizás la única reflexión sea la ballardiana idea de la colisión como orgasmo, de la muerte al alimón como único consuelo ante la imposibilidad de alcanzar esa otra pequeña muerte, la sexual. Como el villano Kurt Russell no puede encamarlas, las mata: es la premisa de toda slasher movie que se precie. La referencia al Crash de Cronenberg no es gratuita: el malo (esa suerte de James Dean chuzeado y en decadencia) las penetra con el parachoques del carro. "Small dick!" exclama la pin-up de turno (Jungle Julia, Shanna o Arlene) ante el pata que se cree muy bacán porque hace bulla con su motor. Y qué carros; todos dignos de las grandes persecuciones que Death Proof parodia.
Pero aunque no sepas de carros (ni de mujeres) cada plano se explica por sí solo. Como decía Cabrera Infante sobre las películas de persecuciones: no es lo mismo un hombre con problemas dentro de un carro que un hombre dentro de un carro con problemas. No es el coche, es el chofer. Tampoco es el culo, sino la vagina dentada: ésa es la verdadera asesina de la historia. Kurt Russell es sólo una víctima.

Choque de dos mundos


El choque de dos mundos, la colisión del arroz con el mango. Como cuando el 'Chema' Salcedo empieza un capítulo de El libro de la sospecha con una canción de Iron Maiden ("Fear of the dark"). Como cuando el epígrafe de No se lo digas a nadie revela un sorpresivo verso de Morrissey: "Dont leave it all unsaid / Somewhere in the wasteland of your head" ("Sing your life"). Esa colisión en el estómago sentí al leer el siguiente 'picotazo' de Gian Marco, caballero de la orden del sol en grado de gran huevas:


“No soy un lector voraz, pero he estado leyendo Prosas apátridas de (Julio Ramón) Ribeyro y creo que mi estilo va por ahí.” (Gian Marco, geniecillo dominical)


Pasado el malestar estomacal, un saldeandrus: Maiden, Morrissey y Ribeyro seguirán siendo Maiden, Morrissey y Ribeyro. Lo mismo para el resto.