Las mujeres tienen clítoris. Tamaña revelación ha provocado que decenas brinquen del baño y corran por la calle calatas, exhibiendo su sexualidad en cada vez más blogs y columnas de opinión. El inminente estreno de Sex & the City explicaría (nótese el condicional) parte de este descubrimiento en la prensa peruana. Sex & the City pretende ser la piedra de toque de la mujer urbana ("the cosmo girl in a posmo world"). Allí cambian de hombres como de zapatos. Nueva York, THE city, es el verdadero protagonista. No con su grisáceo e infértil intelectualismo, como en las películas de Woody Allen. Tampoco con su conflictivo crisol de ascendencias, como en las de Scorsese. El Nueva York de la saga es un gran escaparate de accesorios femeninos: bolsos luis butón, sacones prada, prendas guchi y hombres beta. Porque mientras las chicas sólo quieren divertirse, los chicos sensibles son cada vez más vulnerables (insertar link a busconovia aquí).
Las Carrie Bradshaw peruanas se ríen, superadísimas. Sexismo al revés, dicen algunas. Post feminismo, repiten otras. Ellas creen haber superado largamente el feminismo: lejos de quemar sostenes, los rellenan. Pero la serie ni siquiera es un canto jovial a la frivolidad femenina. Sex & the City es una muestra del falocentrismo más duro. Uno en el que las mujeres deshojan capítulos de su vida buscando al hombre que les calce como un zapato dior. Y entre los rascacielos neoyorquinos que se elevan enhiestos y protectores, se impone el Empire State de los machos alfa: Mr. Big, cabeza del sistema falocrático.
Pero volvamos a las columnas de sexo. Se extraña en algunas de ellas una voz femenina experimentada, de las que se encuentran en política (Palacios, Seminario, Blume), cultura (Pollarolo, Silva Santisteban) y demás rubros. No queda claro si es la prensa quien le asigna un papel periódico asexual a la mujer mayor. Pero es obvio que las jóvenes monopolizan el periodismo amoroso o coital, que para efectos del caso es lo mismo. A falta de experiencia profesional, éstas apelan a la personal. Pero aunque algunas aleguen tener decenas de encuentros sexuales, los especialistas en la materia siguen siendo hombres: Marco Aurelio Denegri, Ricardo Badani o, en menor medida, Pablo Castro. O ya pues, Artidoro Cáceres. Bastaba leer a la Rampolla en La República para confirmar que escribe pésimo, con todo y caretos =).
Un mensaje a la conciencia: en vez de reclamar orgasmos, reclamen ciudadanía. Participación, voz y voto, verdaderos espacios de opinión. El empoderamiento (con voz toledista) no es solo una cuestión de cama. A la larga, la clitocracia a lo Sex & the City confirmaría que el feminismo mal entendido bien puede ser un invento masculino para conseguir más sexo.